Los graves problemas para la salud y peligro para la vida que genera
la contaminación, es una evidencia médica que nadie discute. Durante mucho
tiempo, se ha estado hablando de ello y, demasiadas veces, en los discursos, se
han citado expresiones como sostenibilidad, respeto medioambiental, lucha
contra el cambio climático… de un modo poco preciso y hasta casi decorativo.
La reciente puesta en práctica del protocolo anticontaminación
evidencia la crisis del modelo de transporte de nuestra ciudad y la necesidad
vital de cambiarlo. En Madrid, es claro y notorio, que el mayor responsable de esta situación es el
uso indiscriminado del automóvil privado y todo estudio serio que se precie
debe reconsiderar su papel en nuestra ciudad.
Como decíamos, ya no basta con decirlo, debemos actuar. Por un lado,
está la responsabilidad individual en tomar conciencia de la situación y obrar
en consecuencia, y por otro, el papel de las instituciones en salvaguardar y
promover la salud de las ciudadanas y ciudadanos, y su derecho a utilizar la
calle, bien como medio para desplazarse o como espacio de encuentro donde
relacionarse
Nuestro distrito es uno más de
los 21 que cuenta Madrid y como todos los de la periferia, tiene importantes
vías de acceso a la ciudad y otras que rodean la almendra central. Un ejemplo
del primer caso es la calle de Alcalá; una vía de alta capacidad por la que
circulan diariamente miles de coches hacia el centro. La calle Arturo Soria
pertenecería al segundo grupo. Pero vamos a centrarnos, en esta ocasión, en la
calle Alcalá, a su paso por nuestro distrito.
La situación actual de la calle Alcalá es claramente mejorable: poco
espacio para las aceras, estrechadas en tramos coincidentes con marquesinas o
entradas de metro; aglomeración de peatones, sobre todo en horario comercial;
vallas separadoras de la calzada que acorralan a la gente y contribuyen a
percibir la calle como una autopista; necesidad de recorrer distancias
considerables para cruzar (pasos muy distanciados – poca
permeabilidad); frecuentes retenciones de vehículos que afectan a la fluidez de
los autobuses; alta velocidad de los vehículos en horas de escaso tráfico;
estrés urbano: ruido, contaminación…
Bien saben nuestros vecinos y vecinas, y en especial nuestros mayores,
que la calle Alcalá no solo tiene un carácter comercial, es también una calle
por la que se pasea, se vive y se convive. La reciente actuación que se ha
llevado a cabo en la Gran Vía, y el balance positivo que ha tenido en cuanto a
reducción de contaminación, descenso del número de coches contaminantes y ruido
e incremento de los desplazamientos a pie, en bici y en transporte público abre
la puerta a que los distritos puedan también beneficiarse y poner en práctica
este modelo.
Aprovechemos la oportunidad. Hagamos de nuestra calle Alcalá nuestra
Gran Vía, una calle viva pero a la vez tranquila; una calle amplia por la que
poder transitar y hacer compras, pero también poderte detener sin recibir
empujones; una calle en que el ruido sea la conversación de una pareja, el
timbre de una bici o las risas de un bebé; una calle donde las niñas y niños
puedan jugar y donde todos y todas podamos sentarnos, descansar y contemplar.
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